martes, enero 03, 2012

Dejar al padre



—Padre, me voy de la casa —dijo la muchacha pueblerina y cabizbaja, ya con la maleta hecha.
—María, hija, ¿qué malas caras has visto aquí? ¿A dónde piensas ir? Bien sabes que el mundo está lleno de peligros.
—Lo sé, padre. Pero de todos modos ya me voy.
—Espera, no te vayas todavía. Platicaremos un poco luego de mi segunda misa —dijo el padre mientras acariciaba tierna, delicadamente la oreja de María.